El cuervo

Curiosamente, hace algo más de un mes, al hablar de la cinta Kill Boy, comentaba que difícilmente en lo que quedaba de verano,viésemos en propuestas comerciales una cinta que pudiera igualarse en su nivel de violencia y gore. Pues bien, precisamente otra película protagonizada también por Bill Skarsgård llega a las pantallas dispuesta a hacerse con este título. Aunque El cuervo mantiene su violencia contenida hasta el último acto, sus veinte minutos finales son de una violencia tan desatada que logró despertar en su pase de prensa algo muy poco frecuente: aplausos por lo gore y extremo. Desgraciadamente su fiesta de la hemoglobina es tal vez el aspecto más reseñable de una cinta a ratos tan muerta como su protagonista y que supone el reinicio de una franquicia gafada desde su primer y notable nacimiento.

La vida de Eric (Bill Skarsgård) ha sido siempre un camino de espinas. Desde la infancia ha lidiado con la marginalidad, las drogas y el dolor, algo que lo ha llevado a terminar ingresando en un centro de rehabilitación. Allí conoce a Shelly (FKA twigs), otra ave con el ala rota y alma gemela; ambos se enamorarán de forma arrebatadora. Desgraciadamente, Shelly guarda un secreto de su vida pasada: un video donde se aprecia el poder sobrenatural de Vincent Roeg (Danny Huston), un filántropo amante de la música clásica que es en realidad un ser que entrega almas inocentes al diablo a cambio de la inmortalidad. La pareja será asesinada por los secuaces de este monstruo, pero el amor de Eric es tan poderoso que será enviado de vuelta a la tierra para terminar de una vez por todas con la tiranía de Roeg.

Nos encontramos ante una nueva adaptación del personaje de cómic creado por James O’Barr; en una trama que, aunque sigue la estructura de la versión en papel, difiere en los suficientes puntos para no ser un remake de la primera El cuervo, que rodó el visionario Alex Proyas en 1994 y que contó con Brandon Lee como protagonista (como imagino ya sabéis Lee falleció durante el rodaje). La versión de hace 30 años, aunque también difería en varios aspectos de la novela gráfica, sí trataba de mantener los personajes y las situaciones del libro en que se inspiraba.

El cuervo del 1994 funcionó lo suficientemente bien como para propiciar secuelas. Vincent Pérez tomó el relevo en la fallida El cuervo: ciudad de ángeles, a la que le siguieron otras dos olvidables secuelas (la última protagonizada por un Edward Furlong que apenas precisaba pintura en las icónicas ojeras del personaje). Aparte de estas cuatro cintas, hay que apuntar una meritoria serie de televisión (aunque también fallida) con Mark Dacascos de protagonista. Pero, como en los cómics, El cuervo no parece querer morir. Los propietarios de los derechos para la gran pantalla (Lionsgate) se empeñaron en la idea de crear un nuevo cuervo en un proyecto que ha durado, como se dice vulgarmente, más que el parto de una burra (que tarda entre 10 y 15 días en soltar la criatura).

Más de quince años se ha tardado en tener la película que se estrena esta semana. Decenas de guiones, con otras decenas de reescrituras de cada uno, han pasado por las manos de directores como Fresnadillo, F. Javier Gutiérrez, Stephen Norrington o Corin Hardy, aunque finalmente la claqueta se la quedó Rupert Sanders (Blancanieves y la leyenda del cazador y Ghost in the Shell: El alma de la máquina). Entre los actores propuestos encontramos a Bradley Cooper, Mark Wahlberg, Channing Tatum, Robert Pattinson, James McAvoy, Tom Hiddleston, Sam Witwer, Jack Huston, Ryan Gosling, Nicholas Hoult, Jack O’Connell, Luke Evans, Jason Momoa o Alexander Skarsgård, hermano del que finalmente se llevó el gato al agua: Bill Skarsgård. Un desmadre de nombres e ideas que han mareado este proyecto tanto que el milagro es que haya llegado finalmente a cines… imposible usar la expresión de llegar a buen puerto en este caso, aunque tras leer críticas y más críticas en contra quiero romper una lanza a favor del resultado y decir que la película, pese a todo, se deja ver con comodidad.

Rupert Sanders invierte mucho tiempo en crear su fatalista romance de dos perdedores que exhalan nihilismo. Pareciera que la primera directriz a los actores hubiera sido poner todo el rato cara triste y aparentar que llevan sin ducharse dos semanas. Tal vez mi edad, 53 años, me impida conectar con el devenir de estos jóvenes, pero lo cierto es que esa actitud presuicida y ese look, entre cantante de reguetón y macarra de tugurio, se antojan demasiado antipáticos para enrolarme emocionalmente en su viaje. Tampoco ayuda un montaje de escenas románticas carente de alma y plagado de frases cursis que contrastan seriamente con la psicología de los personajes. Creo que el fatalismo gótico de los 80 y 90 ha muerto al ser procesado, comido, cagado y vuelto a procesar por culebrones sentimentales como la saga Crepúsculo (yo lo llamo la Plaga Crepúsculo) o las tontorronas Crónicas Vampíricas y sucedáneos. Este El cuervo ha tratado de actualizar el producto mezclándolo con el pensamiento de la filosofía Nini. Crea unos amantes trágicos que resultan difíciles de tomar en serio y cuyo amor, en el caso de ser real, desde luego no parece ser tan único ni tan especial como para despertar el interés que crea en el más allá... Afortunadamente mueren antes de que veamos su primera bronca porque seguramente sería épica.

Pero El cuervo esconde tras este decorado romántico una cinta de acción, y aquí el producto de Sanders funciona mejor. Las coreografías de las peleas no están mal y, como digo, la violencia es brutal y muy extrema aunque, desgraciadamente, se limita a un tiempo de metraje muy descompasado con el resto de los tonos. También ha faltado tiempo para desarrollar al pérfido enemigo de la trama. Para mi gusto, Danny Huston es lo mejor de este film y su personaje,que parece eructar al oído palabras que enloquecen a quien las escucha, tiene ese aire de perverso vampiro clásico que podría haber sido fascinante de haberse explorado mejor.

Aunque suene raro, nada está realmente mal en este título, y eso hace complicada esta reseña, pero en conjunto el resultado es complicado de tragar: las partes son mejores que el todo. La ciudad, que en la de Proyas y en los cómics se convierte en otro personaje más de este universo de tinieblas (una suerte de Gotham), es en este caso un mero decorado. La banda sonora trata de conectar a los góticos adoradores del film del 94 con las nuevas generaciones en un batiburrillo que termina resultando otro de los puntos a favor de la cinta.

Aunque supera en calidad a la nefasta Borderlands, The Crow se queda muy cerca de ser uno de los mayores fiascos de la temporada. Sin embargo, me gustaría pensar que en este caso el público va a ser más indulgente que la crítica... pero en Estados Unidos, este pájaro ya se ha estrellado contra el cristal de la taquilla.